MEMORIAS DE TRADICIÓN ORAL

En un mundo en el que las nuevas tecnologías dominan el día a día, debemos apostar por recuperar la esencia de las tradiciones, a través de los Villancicos. El gusto por sentarse al calor de unas coplas autóctonas de Ceuta, cantadas por nuestros mayores, y recuerdos. Todo aquello que va de boca en boca y que se compone de pequeñas partes de la vida de sus protagonistas, de anécdotas.
Muchos son los villancicos que se cantan en nuestra ciudad y proceden de autores locales a través de los tiempos. Tendríamos que intentar recuperar y sobretodo conservar este gran legajo para futuras generaciones, como muestran los cantados al hundimiento de varios barcos en los bajos del faro de Punta Almina, el de la coronación de la virgen de África en 1947, los pescadores… y tantos otros que escuchamos por nuestras calles en estos días. Esta asignatura pendiente se consiguió paliar con las coplas de carnaval, que ya están grabadas en soporte digital desde hace unos años.
Y es que todos sabemos contar historias, pero debemos estar dispuesto para la aventura de oír, y salir a la búsqueda y a la recuperación de la palabra, afincada, por esta vez, en el cuento de tradición oral. Palabra, memoria, imaginación, emoción, van y vienen de nuestros mayores, en un nítido empeño de implicar al ciudadano en su propia experiencia, de abrir interrogantes, de reclamar su participación. La palabra y su poder de convocar imágenes primordiales, construir ámbitos imaginativos, afectivos y literarios. La palabra-voz, su huella sonora, traza la resonancia profunda en la literatura oral; una voz expresiva requiere abordar y ejercitar sus matices y cadencias. Visualizamos las líneas de entonación en sugerencias diversas.

NAVIDAD EN CEUTA AÑOS TREINTA

Poco les importaba, como muestra la fotografía, a los empleados de la prestigiosa empresa local de transporte “Agencia Remigio González” en 1930, que la tradición nos llegara de los romanos. Ellos, como hacían los demás gremios de la ciudad, realizaron varias copias fotográficas en Estudio Arbona y con un texto muy modesto, realizado a mano por ellos felicitaban a sus clientes y amigos la fiesta de Navidad y año nuevo, en espera del apreciado “aguinaldo”.
Aquella Ceuta de principios de los años treinta, intentaba salir de la dictadura de Primo de Rivera, el Ayuntamiento se regia por una Junta Municipal cívico-militar, su primer presidente fue el Comandante General, Agustín Gómez Morato, continuándole el Coronel de Infantería José García Benítez y ya entre 1928 a 1931, el Ingeniero del puerto José Rosende Martín. La Delegación del Gobierno estaba regentada también por el estamento militar, dependiendo directamente del Alto Comisario, pero, tras la caída del general y por Real Decreto de 10 de abril de 1930, se restableció el régimen municipal, aunque la Junta Municipal siguió actuando hasta la celebración de las elecciones anunciadas. La sociedad progresista ceutí, atisba una cierta tibieza aperturista y parece salir de su largo letargo político, la izquierda comienza las primeras reuniones con socialistas y republicanos y también varios concejales de la actual Junta Municipal y otras personas cercanas ideológicamente a ellos, dan los primeros pasos para crear un partido de tinte conservador y pro monárquico, formado por la burguesía empresarial ceutí, creando unos meses mas tarde el partido Agrupación Defensa de Ceuta.
Pero los más modestos estaban fuera de la órbita política y se centraban en su “Aguinaldo” de navidad. La población en Ceuta, en la década de los años veinte, aumentó de una forma a veces alarmante. Con la creciente intervención militar, económica y de infraestructuras de España en el protectorado, la ciudad se convirtió en tribuna, retaguardia y frente de esta aventura. Desde 1900 a 1910, aumento en 10.638 habitantes, de 1910 a 1920, el ritmo de crecimiento es aun mayor, 11.312 habitantes, son los años de la guerra de África, el comienzo de las obras portuarias, la inauguración de la línea férrea con Tetuán, hace que muchos jornaleros del sur peninsular vean la posibilidad de encontrar un futuro en Ceuta y en el protectorado. En el decenio 1920 a 1930, la población aumenta de forma vertiginosa en 15.395 personas. En los albores de la proclamación de la II República, ya cuenta con unos 50.000 habitantes y una gran presión obrera en paro, son muchos los peninsulares que se trasladan al protectorado a trabajar, sirviendo Ceuta de base. La mayor pujanza obrera se puso de manifiesto en dos núcleos muy determinados. En primer lugar, en las importantes concentraciones de asalariados en algunas obras (especialmente el puerto), en segundo lugar, entre aquellos trabajadores con un oficio, que resultaban muy necesarios en momentos de acrecedentada actividad constructora que abundaban en la ciudad.

Tras la finalización de la guerra de África, se originó la disminución de las tropas y obras en la zona, iniciándose una crisis muy fuerte en el protectorado, Ceuta la fue absorbiendo, aunque sin poder dar trabajo a tantos obreros. En los últimos albores de la dictadura de Primo de Rivera, la población obrera estaba pasando por momentos muy angustiosos, más de las dos quintas partes eran parados, incluso en un pleno, los concejales acordaron abonar el billete de regreso a la península, a quien así lo deseara. Uno de los pilares de aquella sociedad eran las fuerzas militares del norte de África, éstas desde 1930, estaban sufriendo grandes recortes. Al iniciarse 1931, contaban con 51.165 hombres, y un presupuesto de 174.304.433 pesetas. Una vez proclamada la República se continúa con la recesión y con motivo de estos recortes, el efectivo de fuerzas dependientes del Ministerio de la Guerra quedó reducido a 45.186 hombres, excluidas las fuerzas Jalifianas, que no sufrieron modificación hasta esta fecha. Con las nuevas plantillas, la partida del presupuesto del Ministerio de la Guerra, se redujo a 121.313.120 pesetas, con 52.991.313 pesetas menos.

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