MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ, NOMBRES AL OLVIDO

El historiador ceutí Miguel Ángel López Moreno, después de varios años de estudio y uniendo las piezas de un complicado entramado sacado de la consulta de cientos de legajos y libros viejos descubrió la verdad sobre un Cementerio de San Fernando (Cádiz), donde descansan oficialmente más de 5.700 personas, sin que nadie supiera exactamente las circunstancias que se dio para pasar décadas en el olvido.

      Todo su ingente trabajo lo ha plasmado en un recomendable e interesante libro titulado Un camposanto sin epitafios. Han sido tres años de duro trabajo de investigación, de consultas en diferentes archivos como el del Viso del Marqués, el Archivo Nacional de la Marina o el Archivo del Museo Naval. La accesibilidad a las fuentes contrasta con la situación previa que había observado, Miguel Ángel López, no había historiografía previa. Nos comenta que Juan Torrejón dedicó su tesis a la población de San Carlos y Juan Manuel García-Cubillana al estudio del hospital de San Carlos. Pero no había nada escrito de su cementerio y pensó que era interesante hacerlo si podía aportar cosas.

Este fue uno de los motivos que le llevó a esta aventura, la otra, entrelazada, es el interés que este espacio despierta: «Existía curiosidad por saber más del Cementerio, porque había poco conocimiento, pero erróneo».

El Cementerio de San Carlos, como debería llamarse por haber sido el camposanto del hospital del mismo nombre, surgió como lugar de enterramiento de los soldados franceses que morían en el hospital de San Carlos. Cuando las tropas del mariscal Víctor sitiaron Cádiz y La Isla en 1810, los heridos españoles que defendían el frente contra las tropas enemigas tomaron su sitio en el hospital y, los fallecidos, en el también conocido Cementerio de los Soldados. Junto a algunos civiles, durante el siglo XIX sirvió para que descansaran los soldados que morían hasta 1911 que se abandonó.

Según describe Miguel Ángel, calcula que en el camposanto de La Casería hay algo más de 5.700 enterrados. De ellos 313, con nombres y condición militar, son franceses. Un total de 905 españoles se enterraron entre 1910 y 1812 «mientras la zona sufría el asedio francés y se debatía la Constitución». Y añade que aunque no hay indicios oficiales de que allí estén los restos de republicanos fusilados tras el golpe de 1936.

Este libro recupera la historia de un cementerio con demasiados nombres (de San Carlos, de los Soldados, de los Franceses y de los Ingleses). Es un camposanto que, a pesar de tal profusión de denominaciones, permanece olvidado en un extremo de la vieja Isla de León. Sin embargo, a partir de ahora tendremos el conocimiento como primer paso para respetar este lugar como patrimonio de todos. Ya no tendrán los historiadores la confusión ni conflictos sobre qué es este espacio urbano y todo gracias al trabajo de investigación de este ilustre ceutí.

Tampoco tendremos la excusa de la ignorancia para ser omisos con estas ruinas, porque desde ahora seremos testigos de lo que ocurra con ellas. Tampoco podremos ser paseantes ciegos delante de unas piedras silenciosas porque, después de su libro, conocemos los nombres de todas las personas cuyos huesos reposan en ese trozo de tierra. Por eso no deberíamos permitir que la omisión del que se empeña en desconocer destruya este valioso patrimonio de todos.

ENTRE ALFAU Y VILLAJOVITA

Este ceutí nació en la calle Alfau en 1952, pero muy pronto se trasladó a la zona de Villajovita donde pasó su niñez y primera juventud, tendríamos que recordar que hace unos años se celebró un encuentro de esos niños de ese barrio y se publicó un interesante y emotivo libro en 2006, «Crónicas de Villajovita». Tras cursar el bachillerato en Ceuta en 1979, con 17 años, partió para la península  para estudiar ingeniería en Tarrasa, y luego químicas en Sevilla. Finalmente asentado en San Fernando. Hoy jubilado, ha sido el químico del Laboratorio de Pólvoras y Explosivos de la Armada en la Zª Mª del Estrecho. En aquel libro sobre el barrio de Villajovita, describía sus rincones en esos años de juventud “Si la escuela de los maestros –la de balde, o la que costaba dinero a nuestros padres– trataba por todos los medios de igualarnos en conocimientos y comportamientos (y a veces hasta en la forma de vestir), la otra escuela, la de la calle, nos enseñó que no es bueno estar solos. Nos enseñó precisamente a ser distintos y a forjar nuestra propia leyenda. Una leyenda contrastada y creíble que nos proporcionaba un lugar entre iguales. En la calle aprendimos que somos más cercanos a lobos que a borregos. Es decir, más parecidos a animales gregarios, que se desarrollan mejor en pequeños grupos de cooperadores, donde cada miembro ha conquistado un status, que a dóciles miembros de un rebaño…

UN CAMPOSANTO SIN EPITAFIOS

Nuestro paisano Miguel Ángel López Moreno, en la introducción de su libro nos muestra los años de investigación… por muy abandonado que esté hoy día, cualquier cementerio es una singularidad urbana, una entidad cultural que condensa el sistema de creencias de la sociedad que lo construye. Es la frontera física entre la vida y la muerte, la línea que separa el bullicio y el silencio. En todas las sociedades humanas que creen en la otra vida —y prácticamente todas lo hacen—, el cementerio es un lugar de ritos en el que se manifiestan las emociones propias de una pérdida y se escenifican liturgias de esperanza, de tránsito y de consuelo. En el cementerio se hace presente que la muerte es una construcción social e histórica en continua evolución.

Para los que permanecen en esta vida, la ceremonia funeraria supone un punto físico de inflexión: a partir de ese momento, el finado abandona la soberanía temporal para enfrentarse al Juicio de Dios mientras los vivos continúan la vida con una ausencia y a la espera del momento inevitable. Para los cristianos nunca fue una necrópolis (ciudad de los muertos) sino un dormitorio (koimeterion) donde esperar la resurrección de los durmientes. En España, mientras los enterramientos se efectuaban en iglesias y aledaños era evidente que la gestión ideológica pertenecía a las autoridades eclesiásticas. Pero a finales del XVIII, cuando hubo que alejar los cementerios de los núcleos poblacionales —como es nuestro caso—, fue necesario reafirmar tal ascendencia moral sobre los nuevos espacios físicos y, por tanto, bendecir los solares destinados a inhumaciones para hacerlos tan sagrados como las propias iglesias.

Tradicionalmente el cuidado de la sepultura, la forma en que se inhuma y exhuma el cadáver, y la custodia posterior del camposanto, se fundamenta en la convicción de que los vínculos entre el cuerpo y el alma no se extinguen del todo hasta una futura resurrección de los muertos (una resurrección que sería física o espiritual según la interpretación de cada época histórica) de forma que los vivos, y en particular los servidores de la iglesia, eran los garantes del respeto al cuerpo sin vida de los fieles creyentes, es decir, los garantes de su reposo en tierra sagrada hasta la Parusía, la esperada segunda llegada de Cristo a la Tierra y la resurrección de los muertos. Sin duda, el cementerio, su arquitectura, la simbología que lo rodea y la liturgia que lo ampara, son asuntos necesarios para entender la sociedad que lo utiliza.

Pero en esto es singular el cementerio que tratamos porque es un camposanto para soldados y marineros. En sus primeros momentos acogió a prisioneros franceses, y poco después a los caídos españoles en el campo de batalla contra el invasor francés. Más tarde, a lo largo del siglo XIX, prestó su tierra a los miles que murieron de fiebre amarilla, cólera, tisis y otras varias enfermedades muy arraigadas en aglomeraciones humanas… y todos ellos venían de patrias lejanas, repartidas por toda la geografía de España, reclutados aquí y allá, y finalmente acuartelados en la Isla de León por los diversos avatares militares y políticos del siglo XIX. A veces para defender a España en guerras contra invasores, como entre 1810 y 1812 y propiciar, de paso, que aquí se iniciara la primera Constitución Española, la de 1812. Los primeros que la defendieron, sin ni siquiera estar escrita, fueron enterrados en este lugar… y nadie los recuerda.

Otras veces los soldados que se sepultaban en este viejo cementerio pasaron por la Isla para defender ideales liberales, y en otras eran defensores de causas absolutistas. En ocasiones eran soldados que transitaban por la Isla de León para viajar a ultramar, y en otras volvían después de perder las últimas colonias de Cuba y Filipinas… y aquí morían para ser enterrados en este camposanto que hoy se cae a trozos. Todos ellos merecen honor y memoria

EL ALMA DE UN VIEJO CEMENTERIO

Con el arduo trabajo de investigación de este ceuti, y con rigor académico que le caracteriza dio sus frutos, Miguel Ángel López no pasó de puntillas sobre los acontecimientos que se dieron y logró que dejara de ser un cementerio olvidado, expoliado y en ruinas, lleno de intrahistorias, junto a la playa de la Casería de Osio (San Fernando).

El autor del prólogo  Juan Manuel García-Cubillana de la Cruz
Coronel médico y Doctor en Medicina y Cirugía, define a nuestro paisano como un filántropo ilustrado cuya máxima ha sido y es difundir la historia y la cultura por el hombre y para el hombre, para ello, escudriña en archivos locales y nacionales, dominando la heurística y la hermenéutica, que se definen como el arte de búsqueda e investigación de documentos o fuentes históricas, y el arte de interpretarlos.
En el prólogo también se destaca su capacidad investigadora, Miguel Ángel ha podido esclarecer cómo en febrero de 1809 los prisioneros franceses procedentes de la flota de Rosily y de la batalla de Bailén, hacinados en condiciones deplorables en los pontones y en el saturado hospital de la Segunda Aguada de Cádiz, fueron ingresados inicialmente en un hospital provisional habilitado en los dormitorios del Cuartel de la Nueva Población de San Carlos y no en el Convento de Franciscanos, como los distintos autores que han tratado sobre la materia, entre los que me incluyo, habíamos escrito.
El libro está escrito, nos describe el autor del prólogo, con una prosa más propia de un novelista que de un lacónico investigador, con un misticismo, sensibilidad y bonhomía, que traducen un sentimiento de homenaje y testimonio hacia todos aquellos desconocidos, olvidados o innominados, sepultados sin lápidas ni epitafios; y llena el hueco vacío que restaba por completar en el  organigrama de la Población Militar de San Carlos. Escribe Miguel Ángel que «el tiempo suaviza las aristas de la historia y sin aristas aflora la generosidad de los pueblos», haciendo suya la máxima, en sentido histórico, del novelista, aventurero y ministro francés André Malraux, que enfatizaba: «la cultura es lo que en la muerte continúa siendo la vida».

De manera proverbial y anecdótica se cuentan las vicisitudes que sufrieron los soldados ingleses, los ateos y los suicidas para ser enterrados en un terreno sagrado, circunstancia por la que es totalmente erróneo seguir adjudicándole el apelativo de «cementerio de los ingleses».

También se detallan los penosos avatares de los prisioneros de la Primera Guerra Carlista fallecidos de disentería y sepultados en el campo-santo, y la fundada sospecha de que en el exterior de su perímetro fueron ajusticiados e inhumados en fosas comunes prisioneros políticos de nuestra Guerra Civil. Finalmente, Miguel Ángel reivindica, como es de justicia, la restauración de este enclave histórico declarado Bien de Interés Cultural vinculado al Legado Patrimonial de los Lugares de las Cortes y la Constitución de 1812 en San Fernando, Cádiz y Bahía, concluye Juan Manuel García-Cubillana de la Cruz.

 

 

 

 

 

 

 

Estándar

UGT DE CEUTA, MEDALLA PARA LA MEMORIA…

Cuando reconstruimos su historia nos faltan datos, fechas, ejecutivas, actas, pero sobre todo nos faltan los nombres de esos sindicalistas que fueron arrojados a la fosa común del cementerio ceutí y se llevaron su/nuestra memoria…

Hoy 2 de Septiembre recibirá la Medalla de la Autonomía de Ceuta, por su compromiso con la Ciudad… de los escasos datos que se tiene de su historia podemos recordar que tras el último 1º de Mayo en 1936, los ugetistas no volvieron a  recorrer las calles de Ceuta hasta 1977. Tendríamos que recordar a sus secretarios generales como Francisco Muro, Antonio Gómez Cazorla, José Maso, Francisco Roldan, Alejandro Bodas, Soledad Ruiz, Alejandro Curiel, Antonio Gil y al actual Juan Carlos Pérez. Aquel año estuvo pleno de acontecimientos para el mundo sindical. Las principales centrales actuaban abiertamente y el Gobierno hacía la vista gorda, mientras en el Parlamento se discutía un Decreto-Ley de Relaciones Sindicales, que se aprueba el 30 de marzo, y que reconocía la libertad de asociación sindical. El 28 de abril se legalizan los sindicatos UGT, CC.OO. y USO.

Durante la primera década del siglo XX, UGT experimenta un período de desarrollo ideológico y organizativo, por toda España y es en esta primera década cuando el movimiento obrero se hace patente en Ceuta, la ciudad sirve de punta de lanza de la ocupación del Protectorado Español en Marruecos. En dos décadas se había pasado vertiginosamente de presidio, recordemos que fue clausurado en 1910, fuimos plaza militar y posteriormente en la década de los años treinta ciudad.

Todo ese flujo de peninsulares a la ciudad, produjo la demanda de una gran cantidad de mano de obra, dando lugar a una avalancha de población civil. Estos primeros conflictos sociales en la Ciudad fueron coetáneos de la implantación de los intereses políticos y económicos desarrollados al compás de la ocupación económica y militar, con el inicio del Protectorado en Marruecos, las sociedades de socorro, las corporaciones de ebanistas, albañiles, peones, metalúrgicos, estibadores, cargadores portuarios, cocineros…

Los primeros mítines, las primeras denuncias de la corrupción económica y las primeras expulsiones de la ciudad, algo muy habitual en aquella Ceuta, sobre todo en los trabajadores que más se destacan en la defensa de sus compañeros. En estas décadas nacen por todo el país los centros educativos y de esparcimiento, como las casas del pueblo, en Ceuta tuvimos una que tras la guerra civil fue expoliada.

Con la llegada al poder de Miguel Primo de Rivera en 1923, mediante un golpe de estado, acrecienta las protestas obreras entre los ugetistas ceutíes, el poder civil en el Ayuntamiento es cambiado por una Junta, y los derechos de los obreros pasan a un segundo plano. Años después tras la caída de la Dictadura, en 1930, y ya en los albores de la proclamación de la II República, Ceuta ya cuenta con 50.000 habitantes y lo más preocupante una gran presión obrera sin trabajo.

La caída de la dictadura y la celebración de elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, hace que la izquierda se una, tanto el PSOE como la UGT secunda ésta unión con los republicanos ceutíes liderados por el médico Sánchez Prado concentrándose en la llamada Conjunción Republicano-Socialista. En éstas elecciones los ceutíes se decantaron por esta unión, obteniendo el 80% de los votos, con 22 concejales de los 35 que formaban la corporación municipal en 1931.

ENTREGAN MEMORÁNDUM

 Las distintas asociaciones y partidos políticos locales que participaron en la manifestación del 1º de Mayo de 1936, elaboraron un memorándum donde aconsejaban al Gobierno varios cambios que debían realizarse en algunos estamentos oficiales en Ceuta. Este escrito surtió efecto y el nuevo gabinete de Azaña, mayoritariamente republicano, comienza a realizar cambios. Los nuevos nombramientos no se hacen esperar, siendo designado jefe de Seguridad en Ceuta el teniente de Regulares Tomás de Prada. Otro cese importante fue el del comandante general Gregorio de Benito, destinándolo a Huesca, y en su lugar se nombró a Oswaldo Capaz. Y la sustitución del jefe de las tropas en el norte de África, Emilio Mola, destinándolo a Pamplona, y en su lugar se nombró al general Gómez Morato, de reconocida lealtad constitucional.

Mola, antes de marcharse de Ceuta, ya tenía estudiado el golpe, y comprometidos a los generales Queipo de Llano, López Ochoa y Cabanellas, además de contar con apoyos en muchas guarniciones, canalizados a través del coronel Galarza, conocido como “el Técnico” por su papel coordinador.

Los falangistas, por su parte, incrementaban el potencial de sus milicias. En marzo de 1936 suponían unos 10.000 hombres en toda España, en Ceuta estaba liderada por Emilio Pelegrina. En el Protectorado también se suceden los cambios. El Alto Comisario, Rico Avelló, es cesado, regresando Juan Moles aunque el 15 de mayo es nombrado ministro de la Gobernación, sucediéndole con carácter interino su secretario, Álvarez-Buylla. Como jefe de las fuerzas aéreas, con sede en el aeródromo de Sania Ramel en Tetuán, el comandante De la Puente Bahamonde, fiel republicano y primo del general Franco.

1º DE MAYO DE 1936, QUINCE MIL MANIFESTANTES

El poder de convocatoria de la UGT en aquella Ceuta republicana, se hace patente en el 1º de Mayo de 1936, donde cerca de 15.000 ceutíes, según la prensa aquella manifestación se gestó en la Casa del Pueblo, en la calle Agustina de Aragón, allí el líder sindical  Sebastián Ordóñez (tras el golpe fue ejecutado y su cuerpo arrojado a la fosa común). Los días anteriores al 1º de Mayo, se celebraron varias charlas y conferencias, con la finalidad de concienciar a todos los trabajadores del carácter reivindicativo de esta fecha.

El 29 de abril, se celebró una reunión donde confirmaron la asistencia: Orquesta Sinfónica, Comité Alianza Obrera, Izquierda República, Unión Republicana, Juventudes Socialista, Comunista y Sindicalista, Federación Universitaria de Estudiantes, UGT, PSOE, Radio Comunista de Ceuta, Agrupación Sindicalista, Sindicato de autobuses de Correos y Telégrafos, Sociedad de chóferes, Agrupación de dependientes, Sociedad de estibadores, Asociación de Magisterio, Sindicato de vendedores del mercado, Asociación de empleados del Estado, Asociación de la prensa y Alianza de labradores.

A todas las asociaciones y partidos, se les entregó la siguiente octavilla: «Al llegar la cabeza de la manifestación al lugar comprendido entre la Farmacia Zurita y el Precio Fijo, (Aquí se ha instalado un arco de flores y en su parte superior en grandes letras se podía leer UHP. Se hará alto procurando las juventudes de los partidos, resistir la presión de la columna proletaria al objeto de que solamente la presidencia se destaque a entregar las conclusiones al Delegado del Gobierno, mientras la presidencia entrega las conclusiones, los abanderados se abrirán paso entre la multitud para pasar a ocupar un sitio en la tribuna que se haya en la Plaza de la República, la música se colocará al pie de la tribuna, una vez entregada las conclusiones la presidencia pasará a la tribuna y acto seguido se organizará el desfile ante la tribuna y público en general. Las juventudes socialistas, comunistas y sindicalistas, al pasar ante la tribuna, levantaran el puño en saludo proletario. Al objeto de que la calle Camoens no quede taponada, los manifestantes, una vez rebasada la tribuna, se disolverá por, González de la Vega y Riego».

Desde muy temprano los manifestantes se fueron congregando en el muelle de la República, para después recorrer el Puente (hoy Puente del Cristo), Fermín Galán, Puente 14 de abril, Libertad, Méndez Núñez, García Hernández, Maestranza, Soberanía Nacional, hasta llegar a la Plaza de la República (actual, Plaza de los Reyes). La manifestación se abría con una sección ciclista, integrada por afiliados a las juventudes comunistas y socialistas. Sobre las doce del mediodía llegó la cabeza de la manifestación a la plaza de la República y una delegación formada por el diputado socialista, Manuel Martínez Pedroso.

El Alcalde, Sánchez Prado, asistía a ella como un ciudadano más, acompañado de sus dos hijos pequeños. Terminado el acto el diputado por Ceuta, Martínez Pedroso pronuncio un discurso, desde la tribuna instalada en la Plaza de la República: «Camaradas, acaban de celebrar un acto imponente, por su contenido revolucionario, e imponente por la gran masa que en él ha tomado parte y su ejemplar disciplina. Queremos que este triunfo de hoy, conseguido por las calles de Ceuta, se consiga también en el camino de las justas aspiraciones del proletariado español, gritar conmigo.  ¡Viva la Unificación del Proletariado!”.

 

Estándar