CEUTA PRESIDE EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Ahora que estamos a punto de cumplir 39 años de la aprobación  de la Constitución, y aunque seguimos sin ser Comunidad Autónoma, ni se cumple la transitoria quinta, cabe recordar como simbólicamente Ceuta preside el edificio del Congreso de los diputados…

Y así es, los dos leones de bronce que se encuentran en la entrada principal fueron fundidos de los cañones tomados al enemigo en la Guerra que comenzó en la zona fronteriza de Ceuta, la llamada Guerra de África (1859-60). Tales cañones fueron fundidos en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla en el año 1865, con operarios de la Fábrica de Artillería de Trubia y de la propia Sevilla.

Aquella Guerra de África aceleraron la formación de la nueva urbe ceutí y los campamentos establecieron en algunos casos las bases iniciales de las divisiones del Campo Exterior. Eso significó la posesión progresiva de los terrenos situados más allá de la zona del cerro del Otero. Dicha ocupación de esta zona por parte del Ejército tuvo una indiscutible influencia en el diseño de la ciudad, y muchas de las principales actuaciones llevadas a cabo en ella se debieron a destacados militares. A lo largo de la historia, Ceuta se mantuvo sometida al olvido por parte de la península, hecho favorecido por su lejanía mientras sus habitantes vivían con apenas recursos para cubrir sus necesidades más elementales. Un magnífico reflejo de lo que fue la ciudad a mediados del siglo XIX está escrito por Pascual Madoz:

«Un suelo ingrato y estéril, la falta de una buena bahía, la imposibilidad de cambios lucrativos con los puntos fronterizos y el atraso en que se encuentra en la carrera de la civilización, no son alicientes favorables para atraer y fijar en Ceuta opulentos propietarios, ricos especuladores, ni artistas aventajados. Privada de la comunicación y movimiento, de los goces y bienestar peculiares de los pueblos que el comercio y la industria vivifican, puede calificarse como una verdadera colonia militar; y nadie habrá que así no lo califique al desembarcar en un profundo foso entre dos altas murallas; al advertir la multitud de guardias y centinelas que á cada paso se encuentran; al recorrer sus angostas calles cruzadas casi exclusivamente por militares y desterrados; al ver en fin la mezquindad de los edificios particulares, y lo insignificante del corto número de establecimientos mercantiles é industriales. Es el aspecto general contrasta desventajosamente con lo que la imaginación se promete cuando se observa desde el mar la perspectiva de esta ciudad, que se presenta á la vista, formando un agradable anfiteatro con una pendiente uniforme, coronada por sus siete colinas».

En esos años, como ya se ha señalado, la pequeña población se mantenía con una economía de subsistencia en la que, hasta la muerte de Fernando VII, las provisiones eran comprados por la Junta de Abastos y, tras aplicarles un porcentaje fijo, se vendían a los pequeños comerciantes locales. Su artesanía era también escasa, y mucho más la industria. Las cosas no cambiaron mucho ni siquiera con la declaración de puerto franco exceptuando la sal y el tabaco el 6 de diciembre de 1859 mientras durase la guerra (1859-1860), y se compensó la falta de ingresos por arbitrios en las arcas municipales con 15.413,34 reales. Dicha declaración dejó de estar vigente el 15 de julio de 1860, pero la experiencia serviría para solicitar un sistema de puerto franco definitivo, que se concedió en 1863. No obstante, la verdadera transformación de la ciudad se produciría en los primeros años del siglo XX. En la primera mitad del siglo XIX, la educación se vio reducida por una importante medida: la exclaustración de franciscanos y trinitarios, que mantenían cátedras de diferentes disciplinas ofreciendo una enseñanza secundaria de calidad.

SOCIEDAD CEUTÍ A FINALES DEL SIGLO XIX

Pascual Madoz, nos compone el rompecabezas de la sociedad ceutí en este periodo, sobretodo el tema de la educación, exponiendo que el ayuntamiento atendía al pago de dos maestros con 3.600rs. de sueldo para cada uno y 90 rs. mensuales respectivamente para pagar sus casas, así como al de otras dos maestras con 2.340rs. para cada una y 40 rs. para el pago de sus casas. Dichos docentes ejercían en escuelas y academias enseñando a 263 niños y 93 niñas. Las asignaturas ofrecidas por tales academias eran Francés, Dibujo, Náutica y Matemáticas. También nos muestra cómo era la arquitectura «Las casas, aunque de aspecto mezquino y mediana construcción son cómodas y tienen en lo general graciosos jardines; las calles principales rectas y sin pendiente, pero las transversales bastantes penosas, si bien todas se hallan empedradas con chinas encarnadas, blancas y negras del mar, formando variadas figuras y extremadamente limpias. Hay dos paseos, el de la Reina y el de San Amaro, con buen arbolado de paraísos y acacias; 3 plazas y algunas plazuelas; la de África, en que se ve la igl. Catedral, el santuario de la patrona, el cuartel del reloj y la casa municipal; la de Cuarteles, llamada así por estar sit. en ella los de la muralla real, y la de los Reyes, en cuyo centro descuella la bien trabajada estatua de Carlos IV, traída de Génova por el conde de las Lomas, siendo gobernador de la plaza el año 1794”.

Nueva ciudad tras la Guerra de África 1859-1860

Los capítulos de la Guerra de África, son numerosos, Ceuta, muy vulnerable desde los altos del cerro del Otero, sitos al oeste, y el enemigo podía alcanzarla si instalaba sus baterías allí. Por esta razón, la Comandancia de Ceuta propuso fortificar los límites del campo exterior con la construcción de cuatro casetones defensivos en dichos altos conforme a un proyecto redactado en 1854. Dos años antes del inicio de la Guerra, la ciudad tenía 7.114 habitantes, que pasaron a ser 10.395 tras su terminación. Esto puede explicarse fácilmente si se tiene en cuenta el conflicto, que supuso el incremento de la guarnición militar.

Asimismo, continuó siendo muy significativo el número de transeúntes, que alcanzó la cifra de 6.520 entre militares y confinados. De estos, las mujeres tan solo eran 2.416; es decir, ni siquiera un 25 % de la población total. A partir de esta fecha, los datos censales arrojan un levísimo aumento de las féminas entre 1860 y 1887, con un ligero descenso en 1877 y nuevo incremento a partir de 1897. Existe pleno consenso acerca de que el origen de la Guerra de África (1859-1860) estuvo en la declaración de guerra que el Parlamento propuso a la reina de España y que esta aprobó el 22 de octubre de 1859. Ahora bien, ¿cuáles fueron las razones que subyacían en ese acto parlamentario? El historiador José Ramón Remacha da las claves:

«Entre las causas próximas se señala de manera unánime la destrucción de unas obras iniciadas en el alto del Otero para disponer de un cuerpo de guardia y además la destrucción o rotura de un mojón con el escudo nacional. Son hechos perpetrados por parte marroquí y más exactamente por elementos de la cabila de Anyera en la noche del 11 de agosto y siguientes. En su intervención ante el Congreso O’Donnell, como jefe del Gobierno, manifiesta que se trata simplemente de proceder frente a Marruecos para salvar el honor nacional. En la perspectiva que nos dan los años podemos juzgar que había mayor motivación para declarar la guerra. Pueden reducirse a dos tipos. Uno el militarismo de la época y otro la seguridad de Ceuta. Respecto a lo primero es evidente que la España de la segunda mitad del siglo XIX estaba carente de estabilidad política y de unidad nacional. Los vaivenes de la política entre liberales y conservadores, los golpes de Estado y las graves fisuras en el tejido social producidas por las guerras carlistas eran factores que determinaban una coyuntura favorable para intentar una acción exterior de amplio respaldo nacional».

Tras el fin de la guerra y la firma del Tratado de Wad-Ras, el 16 de abril de 1860, los límites territoriales de Ceuta se ampliaron y pasó de estar ceñida en sus primitivos lindes de escasamente 3,5 kilómetros a ampliar sus límites fronterizos incorporando como franja de seguridad inicialmente bajo administración militar el llamado Campo Exterior, base de la posterior expansión urbana. De este modo, Ceuta dispuso de un territorio de seguridad suficiente y de cauces comerciales, lo que posibilitó su expansión urbanística y poblacional.

Efectivamente, se observa un significativo incremento de la población durante la última década del siglo XIX llegando a la cifra de 10.395 habitantes y arrancándola así de su inmovilismo demográfico gracias a la llegada de fuerzas militares y de sus proveedores. De esa forma, se inició un auge demográfico que incrementaría lentamente su población, especialmente la civil, hasta alcanzar los 13.269 habitantes en 1900. No obstante, el ritmo de crecimiento no siguió una línea uniforme dadas las fluctuaciones debidas a una población en la que la mayor parte de sus elementos militares y confinados estaba sujeta a súbitas variaciones. Por otro lado, las exigencias de la guerra permitieron desgravar algunos productos y declarar su franca entrada para agilizar y garantizar el aprovisionamiento al Ejército. Sin embargo, lo más importante es que surgió una sociedad civil que, desde el municipio, se opuso a la injerencia militar en temas políticos, enfrentamiento que caracterizó a la ciudad en estos últimos años de la centuria. La burguesía ceutí, de la que los talleres masónicos se surtirán, confió sus intereses a las nuevas expectativas generadas en torno al ayuntamiento y a los proyectos españoles en el vecino país de Marruecos. Fueron años decisivos para Ceuta al establecerse los principios que permitieron la transformación de lo que había sido un territorio de presidiarios desde el siglo XVIII.

PRIMERAS ORDENANZAS MUNICIPALES

Con la caída de O’Donnell, en 1863, entramos en una etapa claramente marcada por la descomposición del sistema político y la deslegitimación de la Corona, y se suceden algunos Gobiernos conservadores. En Ceuta, el ayuntamiento liberal de Alejandro de la Herrán fue reemplazado por el moderado de José Moreno Alarcón, quien aprobó las primeras ordenanzas municipales. Los cambios en la alcaldía fueron constantes a partir de entonces. En 1865, le sustituyó Antonio Ruiz Pavía hermano menor del héroe Jacinto Ruiz y, desde enero de 1867 hasta la revolución 1868, hizo lo propio el comerciante Juan Fernández García. Con la Restauración, el ayuntamiento de Ceuta consiguió algunos logros que demandaba, como el aumento de la guarnición, lo que se produjo en junio de 1874 al crearse el Regimiento África número 2. Con ello, la población pareció revitalizarse, y mucho más la sociedad civil. Buena prueba de ello fue la edición, en ese mismo año, de unos carteles y programas con motivo de la festividad de la patrona de la ciudad, el 5 de agosto. En estas últimas décadas del siglo XIX, fueron varios los trabajos y proyectos realizados, como la construcción de fortificaciones; concretamente, el conjunto de fuertes neomedievales situado en los montes de García Aldave, las baterías de Torremocha y Molino o el cuartel del Rebellín, diseñado por el ingeniero Federico Mendicuti. La Ley de 7 de mayo de 1880 también dio un gran impulso a la ciudad al declarar la necesidad de construir el puerto. Cuatro años después, se autorizó al comandante general para que diera comienzo a las obras en las inmediaciones del actual muelle Alfau. En 1877, la ciudad recibió al rey Alfonso XII. Los diferentes talleres masónicos de Ceuta se desarrollaron en este contexto histórico de finales del siglo XIX.

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¿Damos por perdido el cañonazo de las 12?

La Comandancia militar de Ceuta, comunicó en julio de este año que el tradicional cañonazo de las 12 quedaba suspendido hasta que se restablezca el suministro de salvas. Han pasado muchos meses y nada se sabe de su reanudación, y nada hemos leído sobre cómo se estaban llevando a cabo las gestiones.

Ceuta no puede perder ese signo de identificación de nuestra historia, esperemos que esta suspensión, que el estamento militar designa como “temporal”, no sea definitiva. El Ayuntamiento, a través de la consejería de Cultura, así como la Comisión de Patrimonio deberían tomar cartas en el asunto y poner todo su interés para que nuevamente y más pronto que tarde, escuchemos ese tradicional cañonazo.

La historia de este cañonazo se pierde en el tiempo, en el libro “Catorce meses en Ceuta” publicado en 1873, por Juan José Relosillas, dse describe: “En Ceuta, todas las horas solemnes las saluda el cañón con su voz de titán enriquecido. Cañonazo cuando al alba deja ver el horizonte los primeros rizos de su encendida cabellera. Cañonazo cuando el Sol, en la plenitud de su vida de un día, pasa por el meridiano. Y cañonazo, cuando encienden los celajes y muere Apolo en brazos de sus eternas queridas las flotantes nubes”.

Pero para estudiar la historia de este tradicional cañonazo, es imprescindible consultar el magnífico libro “Historia del cañonazo de las 12:00 en Ceuta” del historiador ceutí Juan José Contreras Garrido: “Hablar de salvas en nuestra ciudad es sinónimo de tradición y de historia. Ceuta ha sido de las pocas plazas fuertes en las que se han podido rendir honores, efectuar saludos y marcar el horario con el cañón. En algunas ocasiones efectuando los salvas de ordenanza, en otras alertando a la población, en otras marcando las actividades de la ciudad y en otras contestando al saludo de los buques extranjeros”.

Juan José Contreras en su documentado libro reseña: “ Los buques de Armadas extranjeras al llegar a puerto debían saludar a la plaza con una salva de cañones, siempre que existiese en cada caso, acuerdo especifico para el saludo mutuo que se contestaba con las baterías emplazadas en la ciudadela de El Hacho. Las Salvas de Honor, realizadas en días como del Corpus, de la concepción  y Santiago, onomástica y cumpleaños del Rey, Reina y Príncipe de Asturias y Sábado Santo. También se realizaban a la entrada y salida de una plaza de las personas reales y de las autoridades civiles y militares con derecho a ello según la ordenanza del momento”

También es muy significativo los detalles que aporta Contreras sobre el cañonazo de Alerta: “… En el estado de Artillería de la plaza de 13 de marzo de 1738 y en la relación remitida a mediados de febrero de 1740 por el Comandante y comisario provincial de Artillería Andrés de Clairac al Ministro de la Guerra, duque de Montemar, relacionaba en el hacho un cañón de a nueve que servía para avisar a la batería de Torremocha… “Esta batería a barbeta, que tenia once cañones del calibre dieciocho y defendía los barcos de la plaza del corso en el mar de Poniente o de Gibraltar, una vez recibido el aviso del cañón del Monte Hacho prevenía mediante señales a los navíos que proveían usualmente a la plaza”.

COMO RECLAMO TURÍSTICO

Incluso se podía vender por parte del Ayuntamiento con un convenio con la Comandancia militar, y a través de la Consejería de Turismo, como oferta turística, esos barcos que llegan cargados de turista, llevarlos a la fortaleza del monte Hacho, que puedan presenciar el disparo y mostrarle la historia de esa monumental edificación. Recordándoles como en Ceuta se disparaban diariamente tres salvas de cañón, al amanecer, al mediodía y al cerrar las puertas de la ciudad, como señala Contreras “… Dichas salvas han sufrido variación tanto en número como en horario, adaptándolas en una primera fase a la necesidad de marcar el horario de la ciudad, posteriormente el del presidio y por último el rezo y comida… Estos disparos  los realizaban periódicamente los artilleros de la plaza que tenían la obligación del mantenimiento y limpieza de los cañones. Efectuando una sala se conseguía este cometido fácilmente, motivo por el cual se hacía coincidir, con el regreso de cabalgadas y salidas al campo exterior, teniendo una doble intencionalidad, la de limpiar interiormente el cañón y la de avisar y celebrar el regreso de las tropas. Estas salvas la hacían todos los cañones, mientras que los disparos de aviso para la apertura y cierre de puertas, la efectuaban solo los emplazados en la salida del campo exterior”.

LOS SUMINISTROS DE SALVAS EN CEUTA

No soy un especialista en temas militares y mi desconocimiento es grande, pero lo que si tengo claro es que el tradicional cañonazo de las 12 no se debe perder y cada uno debemos alzar la voz para que esto no ocurra. Hace unos años se publicó un documentado libro escrito por el historiador ceutí Juan José Contreras Garrido, para saber más sobre este tema y la posibilidad de que las salvas se puedan construir en Ceuta, le he preguntado sobre esa posibilidad.

A lo que me contestó que efectivamente se puede realizar y es cuestión de poner los medios para realizarlo, y con esto salvaríamos está arraiga tradición ceutí. Juan José Contreras elaboró hace algún tiempo un informe muy interesante que transcribo: Este material era adecuado para preparar nuevamente las vainas para el disparo, recargándolas tanto para uso con munición de guerra, como para su reutilización como salva. Noventa años después, la antigüedad de las máquinas, que en esa fecha estaban ubicadas en los talleres del Grupo de Municionamiento, destacamento de Valdeaguas, provocó frecuentes fallos en la ejecución de las salvas.

Existen fichas y manuales en la actual Sección de Municionamiento de la ULOG 23 que nos describen las operaciones de limpieza previa de las vainas, el manual de funcionamiento, se hacía para salvas de cañones de campaña  “Naval Reinosa” de 105/26 que utilizaba la misma munición que el cañón italiano Oto Melara de 105/14. La munición se denomina de 105/14/26 que quiere decir que es de calibre 105 mm (diámetro interior del tubo) y las longitudes de ambos tubos son respectivamente 105×14 y 105×26. Las máquinas de reconar y embutir se podían emplear para varios calibres. Solo era necesario cambiar la matriz. Y recordar que en Ceuta permanecen las dos máquinas de embutir, una horizontal y otra vertical en perfecto estado y solo  falta conseguir la de reconar para volver a fabricarlas aquí en la ciudad.

Previamente, la vaina se receptaba y era inspeccionada, sobre todo se contaba el número de estarcidos que tenía grabados en el culote. El estarcido era una marca que se hacía con un punzón de acero, y normalmente no debía superar las tres marcas. Debía ser lavada y limpiada de toda impureza, para ello se introducía en un baño de agua yacido sulfúrico (S04H2) al10%, dejándose sumergidas durante dos horas. Se volvían a lavar con agua, repasadas con estropajo vegetal, e introducidas en una cubeta con serrín para secarlas antes de su pase al taller de reconado en fría.

La vaina del cañón de montaña de 75 mm, era diferente a la del cañón de campaña, no tenía ni gola ni gollete, por lo tanto, era totalmente cilíndrica, lo que permitía la operación de recalibrado, y posterior preparación para su utilización como disparo de salva. La máquina de reconado de vainas en fría, estaba compuesta por una campana con dos ventanas opuestas en su pared y fijada al suelo mediante cuatro pernos; una matriz vertical de calibre interior igual al diámetro exterior de la vaina y donde se introducía esta; un tornillo con empuje vertical descendente en cuyo extremo superior se unía solidariamente a un travesaño horizontal con dos contrapesos en sus extremos, ambos, travesaño y tornillo, formaban un conjunto en forma de «T».

La barra horizontal tenía dos contrapesos en sus extremos de 120 Kg cada uno, separados entre sí 170 cm. Con la ayuda del travesaño y los dos contrapesos en sus extremos, se actuaba sobre el culote de la vaina en corto espacio de tiempo con una presión de 140 atmosferas.

La matriz era vertical de unos 50 cm de altura, con dos tetones en su centro cuyos extremos estaban introducidos en la pared interior de la campana, y que facultaba a la matriz el giro de 360° en el plano vertical.

La introducción por presión sobre la vaina en la matriz se conseguía al bajar el tornillo vertical, que después de pasar girando la parte superior de la campana a través de una corona giratoria, empujaba por el culote la vaina hasta que esta quedaba introducida en el interior de la matriz.

Para extraer la vaina, se subía de nuevo el tornillo y por las ventanas de la campana se giraba la matriz 180°, de tal forma que el vaso de la vaina quedaba mirando la parte superior y enfrentada al émbolo. Se introducía en el vaso un cilindro de madera, de mayor longitud y menor diámetro que la vaina y reforzado en sus extremos por latón. Al bajar el émbolo de nuevo, presionaba el cilindro de madera y este a su vez a la vaina, haciéndola salir de la matriz, cayendo en la parte inferior de la campana que tenía una protección de goma que evitaba abolladuras. Por último, la vaina se sacaba de la campana a través de cualquiera de las dos ventanas abiertas en sus paredes.

Esta operación necesitaba la acción sincronizada de cuatro hombres y con ella, quedaba preparada para ser utilizada de nuevo. Para embutir el opérculo (taco) en la vaina, se utilizaba una segunda máquina de vector horizontal de unos 260 cm de largo y 150 de alto. Esta máquina mediante unos mecanismos de coronas y engranajes, que multiplicaba la fuerza ejercida por dos hombres que trabajaban enfrentados en cada costado de ella, girando dos manivelas de una rueda dentada, de tal forma que el giro se transformaba en un movimiento longitudinal de un émbolo en el plano horizontal, que presionaba el taco en el interior de la vaina apoyada sobre una pared vertical que salía de uno de sus extremos.

LIBRO PARA LA HISTORIA DE CEUTA

No debería faltar en ninguna casa el libro “Historia del Cañonazo de las 12:00 en Ceuta” del historiador Juan José Contreras Garrido. Aunque nació en Sevilla, su vinculación con la ciudad es muy fuerte, desde que arribó a esta ciudad en 1997, todos lo consideramos como un ceutí más, comprometido con sus  vecinos. Sobre este libro indica “…Decidí que debía hacer llegar a los ciudadanos ceutíes la información necesaria para que todos pudiesen conocer la historia del cañonazo, el resultado quedó plasmado en este trabajo, que no tiene otra pretensión que la de dar a conocer esta interesante parte de la historia de las tradiciones de Ceuta a todos los ciudadanos, rompiendo así bulos y leyendas urbanas sobre un acto que por sí solo resulta extraordinario”.  Es teniente coronel del arma de Artillería. Fue jefe del desaparecido Grupo de Artillería de Costa de Ceuta. Incansable investigador de su especialidad, ha contribuido a la recuperación documental, bibliográfica y patrimonial de los acuartelamientos y unidades en que ha estado destinado. Dedicado también a la investigación cartográfica ha formado parte del Proyecto Arquitectura Neomedieval en Ceuta, del Instituto  de Cultura Mediterránea de Melilla y el Ministerio de Defensa 2007.

 

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