En recuerdo de una magnífica profesora e historiadora

La semana que hemos concluido nos trajo la triste noticia del fallecimiento en Madrid de la profesora e historiadora ceutí Carmen Mosquera Merino. Sus múltiples trabajos de investigación nos enseñaron una nueva forma de conocer la historia de la ciudad. Entre sus libros, destacan «La señoria de Ceuta en el siglo XII (historia politica y economica)» y «La señoría de Ceuta y el dominio sobre el Estrecho de Gibraltar». Se licenció en Lenguas Semíticas en Granada, y ejerció en la ciudad durante más de tres décadas hasta 1982.

Era miembro del Instituto de Estudios Ceutíes, también destacar que en 1991 realizó su tesis doctoral «Ceuta en el siglo XIII», en su introducción confesaba el esfuerzo de ese trabajo de investigación… Debo confesar que la presente tesis doctoral la he realizado con grandes esfuerzos y teniendo que salvar algunos graves contratiempos. En un principio, simultaneaba la investigación con la labor profesional docente. Comprendí que el asunto no avanzaba porque una tesis es cuestión más ardua vista desde dentro, por lo que decidí solicitar simultáneamente prórroga de presentación y licencia por ampliación de estudios al Ministerio de Educación y Ciencia, La concesión de ambas solicitudes me permitió abandonar la enseñanza para dedicarme plenamente a la conclusión de la tesis.

Y continuaba Carmen Mosquera… los inconvenientes que se presentaban para su realización eran varios: por un lado, la edad que debilita la memoria, retarda la comprensión y disminuye la vista. Por otra parte, el deterioro de los conocimientos de árabe de mí juventud, así como algunos cambios en la transcripción de fonemas. También he sufrido el cambio de organización en los estudios de doctorado, con normativas y exigencias nuevas. Una de las mayores dificultades fue la traducción de las cartas escritas por Jalaf íbn Qabtawri en el Siglo XIII y publicadas por el Profesor tunecino M. Habib Hila, pertenecían a la correspondencia diplomática de la Cancillería de Ceuta. Se trata de fuentes no utilizadas hasta el momento y que aportan datos de interés para la historia de esta ciudad. Su autor, un andalusí sevillano afincado en Ceuta, escribe con una riqueza de vocabulario, de metáforas y circunloquios que oscurece el mensaje y lo diluye en la prodigalidad gramatical. Incluso para nativos tan expertos como el Dr. Muhammad Randbi y la Profesora Layla Ben Yahia, mis buenos amigos, a los que tengo que agradecerles su dedicación, la tales Cartas supusieron una piedra de toque».

Y concluía en su presentación de la Tesis… «La traducción que de ellas se ofrece es libre, eliminando paráfrasis y ditirambos, intentando seguir de la mejor manera, el hilo conductor. Si se hubiera seguido su tenor literal hubiera resultado algo incomprensible. Prescindo de las primeras Cartas, referidas al periodo Benimerín, que narran las campañas de Abii Yüsuf en al-Ándalus porque no presentan mayor interés para la historia ceutí. Conté con la dirección y consejo del Dr. Vallvé Bermejo, el más idóneo director de mi tesis por sus amplios conocimiento sobre el tema «Ceuta», al que ha dedicado sus mejores estudios, uniendo a esta dedicación su paciencia y trato deferente que le agradezco con toda sinceridad. También he contado con las facilidades proporcionadas por el Departamento de Árabe, tanto cuando era Directora Dona María Jesús Viguera como en la actualidad, bajo la dirección de Doña Teresa Garulo. Don Fernando La Granja me facilitó el texto de las Cartas del Qabtawri, cuando aun no eran conocidas en España. A D. Pedro Chalmeta le he molestado con consultas en repetidas ocasiones, encontrando siempre respuestas concretas, que aclaraban mis dudas. Otra gran facilidad me ha proporcionado la Biblioteca Hispanoárabe que con acierto dirigen Da Felisa Sastre y Da María Paz Fernández. Modelo de biblioteca por su riqueza en fondos y por las comodidades que proporcionan al lector dentro de los aprietos y penurias de sus instalaciones. Esperamos que el nuevo emplazamiento sea suficiente para poder trabajar con mayor comodidad. Nuria Torres y Miguel Ángel Manzano han facilitado mi tarea, autorizándome a estudiar y cotejar su tesina y tesis doctoral respectivamente. Carlos Gozalbes y Jorge Lirola me han anticipado sus comunicaciones en prensa, así como Jesús Zanbn. Con los cinco me siento en deuda y les agradezco su deferencia. Mi agradecimiento más pleno a mi marido Manuel Lería, que no s-610 ha soportado a una esposa doctoranda -10 que significa, obsesionada con un tema- sino que ha sido el principal mecanógrafo de la tesis ante varios ordenadores y me ha animado en los momentos de desfallecimiento.

Premio María de Eza

En la edición del 2010, obtuvo el Premio María de Eza, la candidatura fue propuesta por las asociaciones de Mujeres Empresarias, Mujeres Vecinales y Amas de Casa, y fue elegida por unanimidad del jurado que ha querido reconocer su capacidad para conciliar vida familiar y laboral, en una época en la que este objetivo era complicado, especialmente para las mujeres. Cuando le entregaron el premio manifestó: “Tenemos que estar contentos por todo lo que se ha conseguido, dijo para recordar seguidamente que “en mi pasaporte tenía que estar la autorización de mi marido para poder viajar (…) Era una época de vetos”. Con un mensaje de ánimo a la sociedad, Mosquera aseguró que “estamos en el buen camino” y afirmó que “los hombres y mujeres nos complementamos y tenemos que hacer el camino juntos”. Para concluir, la galardonada leyó unas frases de la biblia: “La mujer más fuerte (…) vale más que cualquier piedra preciosa (…) dadle crédito por todo lo que ha hecho y todo lo que puede hacer”.  El Premio María de Eza, divulga la toma de conciencia del papel relevante que la mujer debe representar en la sociedad, aportando su potencial creativo y transformador. Así mismo, actos que nos recuerdan las demandas referidas a los derechos políticos y civiles de las mujeres, a los derechos individuales, a las reivindicaciones de respeto e igualdad o a las necesidades, en torno a las diferencias, por el hecho de ser mujer. Hace años, el Centro Asesor de la Mujer de Ceuta se planteó un proyecto novedoso que diera respuesta a una inquietud largamente meditada para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Así surgió el Premio a la Mujer Ceutí del Año, con la intención de distinguir, reforzar e incentivar la labor desarrollada por las mujeres ceutíes en el área educativa, sanitaria, cultural, social, deportiva, empresarial, artística, de investigación…

SU GRAN OBRA: LA CEUTA MEDIEVAL

      Sus libros son de obligada consulta para conocer una parte de la historia de Ceuta. Me detengo en la descripción magistral que realizó sobre la Ceuta Medieval: … Situada en un estrecho promontorio «la Punta Almina», que penetra en el mar Mediterráneo, el actual Monte Hacho, debió de ser en tiempos remotos un islote separado de tierra, a la que se llegó a unir por acumulación de arenas, transportada por el oleaje y el flujo de las corrientes marinas, retenidas gracias a la acción protectora del mismo islote. Posiblemente este tómbolo unió otros pequeños promontorios o arrecifes de coral y por ello una parte del istmo resultante no es llano, sino que, tiene una pronunciada pendiente sur-norte (12), mientras otra parte es llana y estrecha, siendo la zona más defendida e importante de la ciudad. Rodeada de aguas por todas partes, menos por el estrecho istmo que la une al continente africano, Ceuta se convierte en una difícil fortaleza para su ocupación por vía terrestre.

      Ya al-Bakri, en su descripción hace notar que fácilmente sus habitantes podrían abrir un foso marítimo para defender y aislar la ciudad y su puerto de los ataques del interior. Las incursiones bereberes sobre Ceuta nunca fueron fáciles, pues su entorno orográfico impedía las comunicaciones. Al Oeste, su topografía es más abrupta y escarpada hasta culminar en el Yaba Musa o Monte de los Monos, cuyas estribaciones descienden hasta el mar, dificultando mucho la comunicación terrestre entre los dos principales puertos africanos del Estrecho: Ceuta y Tánger. Esta difícil y adversa topografía se compensa con la ventaja marítima de las dos bahías ceutíes: la del Norte, más amplia y profunda, perfectamente protegida de los vientos de levante (15) por el Monte Hacho y enfrentada a la bahía de Algeciras y al Yaba Táriq, es el mejor puerto natural del Magrib al-Aqsà, la comunicación más fácil y directa entre Europa y África y entre el al-Ándalus y Berbería. La otra bahía, la del Sur, mejor y más soleada, está expuesta a los vientos de levante (161, que son los más temibles para la navegación. Es también la zona que presenta mayores acantilados sobre el mar.

El destino de la Ceuta medieval, siempre relacionado con la península ibérica y más unido a ésta que al continente africano, hacia necesario que sus murallas por la parte occidental fueran de gran solidez e impusieran respeto a todo el que se atreviera a aproximarse por esa banda. El estrecho istmo, asentado en la zona que hoy se denomina «Puertas del Campo», nombre asaz relevante, era el que habla que defender a ultranza. LOS primeros que la fortificaron fueron los bizantinos. Los romanos no tuvieron necesidad de ello porque la ocuparon en los siglos de su dominio mediterráneo y de la «pax romana». Los vándalos pasaron por la ciudad en su periplo mediterráneo hacia Túnez y Sicilia y procedieron a su completa destrucción, de la cual se conservan restos arqueológicos, representados por una capa datable en aquellas fechas, que presenta una calcinación muy completa. Llegaron por mar y tras asolar la ciudad, siguieron hacia el Este africano. Los bizantinos que comprendieron la importancia estratégica de la Punta Almina, fortificaron el istmo y la convirtieron en adelantada de sus dominios en el Norte de África y salvaguarda de sus territorios en la península ibérica. Sin entrar en la polémica sobre Don Julián Cibi, lo cierto que la entrega de Ceuta permite a los musulmanes pasar el Estrecho y ocupar al-Ándalus y que durante los siglos de dominio sobre la península, Ceuta es pieza clave ambicionada por unas y otras facciones.

Carmen Mosquera, dejó escrito en sus libros aquella ciudad medieval: … Ceuta en el siglo XIII no era la ciudad, ni tampoco los diecinueve kilómetros cuadrados de su término municipal. Podían ser más o menos, dependiendo de las circunstancias bélicas del momento. Era su dominio fluctuante, según el grado de poder o atracción demostrado por quien mandaba en Ceuta y también está en función de aquel que gobernara en los territorios vecinos. Al tratar de la población, en el capítulo siguiente, se estudiaran las relaciones humanas con las tribus del entorno. En términos generales, Ceuta representaba la cabeza para los habitantes del Rif en su zona costera, a partir de la Bahía de Alhucemas. El Bãdisi menciona constantemente a la gente de Ceuta en sus escritos y su relación con Bàdis. El filósofo Ibn Saíd, cuando se consideró que podía perturbar la ortodoxia religiosa ceutí, fue deportado a Bãdis como a lugar propio de la jurisdicción ceutí. En la zona del interior del Rif, fueron escasos los enclaves urbanizados que se mantenían. En la Alta Edad Media existió el reino de Nakur, con su centro cercano al mar. Los almorávides la destruyeron y no volvió a resurgir. Sin embargo, bajo ese dominio comenzaron a resurgir los pequeños puertos o radas de la zona rifena: Bãdis, Almazamma (Alhucemas), Ghasása (a la que los catalanes denominaron Alcudia) y Melilla».

«Estos puertos incrementaron su importancia en la época almohade, cuando su flota dominaba ambas orillas del Mediterráneo y se convirtieron en lugares de intercambios comerciales con las señorías de Italia y al-Ándalus. En Bádis se han encontrado restos arqueológicos que confirman que estuvo defendida por murallas y entre ellas existía una torre poligonal. En cuanto al interior, el “hábitat” rural era disperso y carente de fortificaciones. La defensa radicaba en la escabrosidad del terreno, mientras que la abundancia de aguas permitía la instalación de cierto número de familias. Dominar el Peñón significaba dominar la costa aneja, de la que el Peñón es un tómbolo».

«Esta costa estaba constituida por un terreno rico en cedros, maderas de gran calidad, que constituyeron la base para la construcción de la flota de Ceuta, aunque significaba un problema de transportes que se resolvió por la vía marítima o por la instalación de astilleros. Unos cuatro kilómetros al oeste de Bãdis se encuentra los restos de una fortificación española (Torres de Alcalá), que debió construirse sobre una base defensiva musulmana, lo cual es indicio de que el puerto de Bàdis estaba defendido».

«Pese a ello, era lugar al que, en el siglo XIII, solían llegar embarcaciones cristianas, forzando a los nativos para el aprovisionamiento de agua y, en ocasiones, haciendo cautivos. La demarcación del imperio almohade que realizo ‘Abd al Mu-‘min se vio reflejada en la desmembración ocurrida en el XIII y Ceuta siguió considerándose capital de los puertos norteafricanos, desde Bàdis en el este hasta Arcila en el oeste. Aunque Tánger se mantuvo independiente de Ceuta, en ciertas ocasiones fue dominada Y ocupada por los ceutíes. La comunicación Ceuta-Tánger era difícil por lo abrupto del terreno en las zonas costeras».

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Mujeres ceutíes, Historias de libertad (II)

  

Antonia Castillo Gómez

Hoy se conmemora el Día de la Mujer, con ese motivo desde la semana pasada, venimos realizando un recorrido por algunas ceutíes, que dieron sus vidas, pasaron penurias y represión por ser libres y luchar por un cambio social, en unos tiempos difíciles, mujeres ceutíes que en esta conmemoración nos sirve de ejemplo. La foto que encabeza este reportaje, es el ejemplo de una ceutí comprometida con sus conciudadanos, la vemos ofreciendo una charla en la Casa del Pueblo de Ceuta, durante la Segunda República, a las mujeres de los obreros sobre la «maternidad». Esta conferencia le valió un consejo de guerra y su expulsión del Ayuntamiento como facultativa, por las nuevas autoridades, tras el golpe militar del 17 de julio de 1936.

Cuando se produce la sublevación, permanece en la ciudad, su marido el catedrático del Instituto Hispano-Marroquí Luis Abad, y militante de Izquierda Republicana pudo salir. Ella continúa en su puesto de trabajo a pesar de los condicionantes adversos. Está observando desde el mismo inicio de la sublevación como muchos de los compañeros de su marido son detenidos y fusilados. Ella sabe que a todos los funcionarios municipales que hayan tenido alguna vinculación con partidos o sindicatos se les está instruyendo un expediente de depuración.

La comunicación le llegó el 20 de diciembre de 1938, donde se le acusa, entre otras cosas «historias inventadas», de «negligencia en su trabajo». Con este trámite se le pasa factura por su matrimonio con Abad y por sus actividades políticas. Pero este primer expediente era tan solo el comienzo de un tortuoso camino que, por desgracia, solo había comenzado a recorrer.

La represión ejercida le obliga abandonar la ciudad. La siguiente noticia que se tiene de ella es de finales de 1940 y se la sitúa en Burgos, volvió a ser, al igual que en Ceuta, la primera mujer en formar parte del Colegio de Médicos. El refugio en esa ciudad le sirvió para ir madurando la posibilidad de exiliarse y poder reencontrarse con su marido, y lo más importante desarrollar con completa libertad su profesión, sin miedo a represalias del franquismo.

En 1945 se traslada a México. Unos años después viajó a Nueva York, siendo pionera en el estudio del cáncer. Mientras tanto su marido está en un campo de concentración en Oran. En 1953 Abad pone rumbo a la capital azteca y, finalmente, transcurridos dieciocho años se reencuentra con su mujer. Una vez que los dos están juntos planifican sus vidas. La doctora Castillo se especializa en el campo de la oncología ginecológica y su marido es profesor en la Universidad azteca.

A finales de 1970 Antonia Castillo notó un importante empeoramiento de su salud y en vista de su progresiva enfermedad decidieron regresar a Madrid. A principios de 1971 fallece y su marido decide enterrarla en Gádor (Almeria), su marido falleció el 13 de noviembre de ese año.

Antonia Pérez Padín

       La ceutí Antonia Pérez Padín, fue una mujer de fuertes de convicciones de solidaridad y ayuda a los más necesitados, tras el golpe militar padeció ocho años de cárcel entre el Sarchal, Puerto de Santa María o el Dueso. Tenía seis hijos, regentaba una modesta casa de comida en la zona de la Puntilla. Su marido Antonio Berrocal, fue concejal durante la Segunda República. Después de la sublevación fue encarcelada el 14 de agosto de 1936 en la prisión de mujeres y su marido, fusilado.

Su nieta Gloria, quien ha escrito varios libros sobre las vivencias de su abuela, nos cuenta: “La primera imagen que me viene de mi abuela es la de una mujer vestida siempre de negro, con las piernas hinchadas por las varices y con una propensión al suspiro profundo, casi expelido desde el bajo vientre, cuando oía las noticias del llamado parte‟.

Nunca nos habló de la guerra, ella hablaba de los “hoteles” donde había estado. Mi abuela no paró de contarme atrocidades. Ha sido el referente más importante que he tenido en mi vida. De las atrocidades solo voy a mencionar el apuñalamiento de una compañera suya en la cárcel de el Sarchal mientras iba hacia el paredón de fusilamiento. Al parecer, un falangista que quería los favores sexuales de la víctima y que fue rechazado una y otra vez, se vengó apuñalando al objeto de su deseo mientras la conducía al paredón. La pobre mujer le gritaba a mi abuela “Antonia, Antonia, que me mata, que me apuñala” y mi abuela nunca pudo olvidar aquellos gritos. Aún años después, mientras me lo contaba llorando y maldiciendo, seguía oyéndolos, cuando les detienen en 1936 sus hijos tienen unas edades que oscilan entre los diez – la hija mayor- y dos el pequeñín».

«Esos niños pasan al cuidado de familiares y dos de ellos van –según mi madre– al asilo, aunque supongo que sería el innombrable “Auxilio Social”. No pudo cuidar de sus hijos y eso fue lo que más le destrozó durante los más de siete años que pasó en las cárceles franquistas con dos penas de muerte: una por pertenecer al Socorro Rojo Internacional y la otra por su pertenencia al Partido Comunista. Mi abuelo no se libró de la pena de muerte. Fue fusilado junto con 32 personas la madrugada del 21 de enero de 1937 y en su propia finca, en la Posición A”.

Mujer de carácter fuerte y recio -heredado de su madre Jacinta- y con las ideas muy claras sobre las injusticias sociales, ideas que supongo le fue aclarando su padre maestro anarquista. Para concluir este testimonio de Gloria Berrocal sobre su abuela añade: “Ella mostró a lo largo de toda su vida una fe ciega en el ser humano. Su solidaridad con los huelguistas portuarios en Ceuta, solidaridad que podía llevar a cabo gracias a que tenían un colmado y una casa de comidas, su asistencia como comadrona a las mujeres que la necesitaban, su sentido de la justicia que nunca se enturbió ni siquiera en sus últimos años en que seguía comentando la situación política no solo nacional sino también la internacional, hacían de mi abuela un ser excepcional.

Sin embargo, creo que no fue la única y que perteneció a una estirpe de mujeres que supieron ser libres, independientes y luchadoras en aquellos difíciles años del siglo pasado. Cuando hoy se dice que una mujer es una “superwoman” porque trabaja y además crea una familia, yo me sonrío pensando en la generación que le tocó lidiar con las atrocidades de la Guerra Civil y pienso en mi abuela que atendía el colmado y la casa de comidas, le ponía una inyección diaria a mi abuelo que padecía del corazón, paría un hijo tras otro, atendía en el parto a otras mujeres y además sacaba tiempo para sus reuniones del Socorro Rojo y del partido, y asumo la altura del listón que dejaron todas ellas y no dejo de lamentar el poco reconocimiento que han tenido esas mujeres gracias al aplastante silencio mantenido tanto en la dictadura como en la democracia”.

 Diana Bermúdez-Reyna

       Cuando la pequeña Diana recorría las calles de Ceuta en aquel verano de 1936, de la mano de sus padres, nada le hacía presagiar que en pocos días cambiaría su vida y la de su familia. Su padre era un reputado capitán aviador, destinado en el aeródromo de Sania Ramel en la capital  del Protectorado, Tetuán, y en 1933 fue delegado del Gobierno de la República en Ceuta.

Diana fue una de los miles de menores enviados al exilio durante la Guerra Civil Española desde la zona republicana a la Unión Soviética, entre los años 1937 y 1938, para evitarles los rigores de la guerra. En un primer momento, disfrutaron de un cálido recibimiento y un trato en general bueno por parte de las autoridades soviéticas, mientras la guerra civil seguía su curso. Sin embargo, con la entrada de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial y la invasión nazi de las zonas en que se encontraban las casas donde estaban alojados, hubieron de sobrellevar la dureza de la guerra, y posteriormente la de la vida entre una dictadura comunista que no les permitía salir del país y otra dictadura derechista que miraba con recelo a los que finalmente lo consiguieron.

En la tarde del 17 de julio, todo cambió, su padre defendió junto a otros militares leales al Gobierno el aeródromo de Tetuán, haciéndose fuerte e intercambiando fuego, pero nada pudieron hacer y a las pocas horas fueron detenidos por los militares sublevados, el 15 de agosto de 1936 fue sacado de la fortaleza del monte Hacho y ejecutado. Siendo enterrado en el cementerio de Santa Catalina en Ceuta.

La madre de Diana se encuentra sola con cuatro hijos, intentó por todos los medios salir de Ceuta hacia Valencia donde estaba su familia.  Pero no es nada fácil, el sur está tomado por los sublevados, y llegar hasta el levante es tarea imposible. Al proceder de una familia de la alta sociedad madrileña, el abuelo paterno de Diana era teniente general y su abuela familiar del escritor Salvador de Madariaga, consiguen que se realice un intercambio en Tánger, organizado por la Cruz Roja Internacional. Tras llegar a la ciudad internacional embarcarían en el barco que hacia la travesía, una vez por semana, hacia el sur de Francia y desde allí al pueblo valenciano de Russafa.

Cuando todo parecía tener una cierta normalidad, una mañana quedó marcada en la memoria de la pequeña Diana, apenas tenía cuatro años: “Han pasado muchos años, pero parece como si lo estuviera viviendo ahora, nos encontrábamos en el piso de Russafa, mi abuela a un lado y mi abuelo llorando, con las manos en la cara. Dos señores uniformados me cogieron en brazos y nos llevaron a mi hermana y a mí, mientras yo lloraba y preguntaba por mi madre, recuerdo que me abracé a una muñeca y no la solté, hasta muchos años después».
Sus dos hermanos, José Luis y Flavio, fueron enviados a la URSS en la madrugada del 13 de junio de 1937.

Al llegar a Leningrado, la actual San Petersburgo, la separaron de su hermana y la llevaron a una casa para niñas pequeñas. Pocos meses después de acabar la Guerra Civil, en agosto de 1939, la abuela paterna, Presentación de Madariaga, un nombre frecuente en los «Ecos de Sociedad» de la prensa madrileña -viuda de un teniente general, había sido Dama de Honor de la reina Victoria Eugenia- logró que el Gobierno franquista, a través de sus embajadas en Roma y Londres, consiguiera que los ejecutivos de Mussolini y Chamberlain mediaran para facilitar el retorno de sus cuatro nietos.

El intento fue en vano. Con la invasión de Rusia por parte de Hitler, en junio de 1941, Diana y el resto de los niños fueron evacuados de Leningrado a una aldea en las llanuras del Volga. Nuestra pequeña tuvo que luchar por salir adelante, aprendió el ruso, era muy inteligente y nada se le resistía. Gran modista pronto comenzó a realizar trabajos, después entró a trabajar en una fábrica de misiles. Los años fueron pasando y la promesa del retorno a España no comenzó a ser una realidad hasta 1956, para entonces ya había formado su propia familia al casarse con un ruso de origen ucraniano. Y por fin, el 17 de diciembre de 1990, consiguió permisos para toda su familia, incluidos sus tres hijos con sus respectivas parejas y los cuatro nietos que ya tenía.
A muchos niños, como Diana, no les quedó más remedio que marcharse.

África de las Heras

      La ceutí África de las Heras, fue la espía española más activa al servicio soviético. Tendríamos que recordar que África nació en la calle Soberanía Nacional (hoy calle Real) el 27 de abril de 1909. En el seno de una familia militar acomodada, su tío Francisco de las Heras, era un prestigioso abogado y alcalde de Ceuta, en los años veinte. Quien desee, profundizar en su vida le recomiendo el magnífico libro escrito por Javier Juárez  «Patria, una española en la KGB».

África se traslada a Madrid, donde estudia en un colegio de monjas. En 1930, se tiene constancia de su militancia en el partido Comunista.  Fue captada por el servicio de información soviético (NKVD) durante la guerra civi. Estuvo implicada en el asesinato de Trotsky, participó como guerrillera en la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, y fue una decisiva agente del KGB durante la guerra fría en Latinoamérica. Alcanzó el grado de coronel del KGB y está considerada una figura legendaria de los servicios de inteligencia de la extinta Unión Soviética.

Falleció en 1988 y está enterrada en Moscú. María Pávlovna, María de la Sierra, Ivonne, Znoi, Patricia y Patria son algunos de los nombres que utilizó. Esta espía ceutí obtuvo numerosas condecoraciones de la URSS. La vida de África de las Heras, nacida hace casi un siglo en Ceuta y fallecida hace dos décadas en Moscú, estuvo rodeada de misterio. Estando en Buenos Aires en 1956, Moscú envía a un nuevo jefe de espionaje para la zona.

Ese mismo año, en aras del trabajo conjunto en favor de la URSS, se casará con él. Se trataba de Valentino Marchetti, en realidad Giovanni Antonio Bertoni, un italiano que huyó a la URSS en 1925 y volvió a Italia en 1944 para organizar una red de espionaje. Aunque en Moscú sostienen que, a pesar de ser un matrimonio de conveniencia, tuvieron una feliz vida familiar.

Tras fallecer su marido, regresó aparentemente a Moscú en el otoño de 1967, pero salió al extranjero al menos en tres oportunidades más – en dos ocasiones, a Uruguay –, y el fin de su carrera como espía coincidió con el comienzo de su labor como instructora de agentes, en 1971, aunque permaneció en el KGB hasta 1985. Durante la II Guerra Mundial, terminó unos cursos de radio y sirvió en un destacamento guerrillero donde le entregaron dos granadas, una pistola y un puñal: si corría peligro de ser tomada prisionera debía utilizar las granadas para destruir el radiotransmisor y el libro de claves antes de suicidarse.

Lanzada en paracaídas, actuó en la retaguardia alemana a partir de mayo de 1942. Tras sus hazañas de guerra, en 1944 regresó a Moscú e ingreso en uno de los destacamentos del Comisariado de Seguridad de la URSS. A finales de enero de 1946 pasa en automóvil de Berlín a París, donde se establece haciéndose pasar por refugiada. Un año después cruza la frontera franco-española, pero entonces Moscú decide enviarla a Uruguay, hacia donde parte en diciembre de 1948 y donde se establece como modista para no levantar recelos.

Un año más tarde de su llegada se casa con el escritor uruguayo Felisberto Hernández. El matrimonio duró tres años hasta que se divorciaron. Luego se volvió a casar con un otro agente de la KGB, italiano, llamado Valentino Marchetti. Ambos abrieron, como pantalla para sus actividades, una casa de compra y venta de antigüedades en el casco viejo de la ciudad de Montevideo. El Jefe del espionaje Vladimir Stanchenko confirmó la gran importancia de la ceutí en el entramado de la KGB al revelar, en julio de 1993, al diario El País que «después de la guerra, y hasta mediados de los años 70 fue responsable en Europa y América Latina de todo el entramado político.

 

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Mujeres ceutíes, Historias de libertad (I)

El próximo domingo 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer con ello se intenta visualizar su lucha, su participación en la sociedad, y en su desarrollo íntegro. Y también de recordatorio de las que dieron sus vidas por un país en igualdad y en libertad, en tiempos difíciles. Mi modesto homenaje a estas mujeres ceutíes lo quiero sintetizar en las que sufrieron represión y cárcel, tan solo por intentar ser libres. Durante los próximos domingos publicaré historias de libertad de mujeres ceutíes, como Isabel Mesa, Antonia Céspedes, Antonia Pérez Padín, África de las Heras, Antonia Castillo, Nani Bermúdez…
Comencemos con la ceutí Isabel Mesa, fue una activa militante de la CNT en Ceuta durante la Segunda República, un primer dato lo tenemos en aquella multitudinaria celebración del 1º de mayo de 1931. Las ilusiones despertadas tras el cambio de régimen facilitaron el fortalecimiento de las organizaciones obreras. El tradicional dominio del ejército, junto con la burguesía ceutí, fue sustituida por las alianzas de los sectores emergentes de la sociedad civil, más comprometida con las necesidades de la población.
Los anarquistas se hicieron un hueco muy importante entre la población obrera ceutí, ganando cada día más adeptos, su sede en la calle Linares, siempre estaba repleta de militantes. El 1º de mayo organizaron un acto de reafirmación sindical en el teatro Cervantes, la mesa presidencial estaba formada por los anarcosindicalistas más representativos de la ciudad como Pedro Vera o Andrés Garrido, y junto a ellos la joven Isabel Mesa que tras tomar la palabra insistió –como destaca la prensa- en la lucha social y libertaria de la mujer, conseguir las seis horas de trabajo y que se concedan al obrero el jornal necesario para poder vivir dignamente, así como la igualdad de la mujer dentro de la sociedad ceutí.
Isabel Mesa, pertenecía dentro de la CNT al Sindicato de Obreros de la Aguja, donde tenía el numero uno. Su actividad sindical fue principalmente en la organización de mujeres trabajadoras. Hubo una huelga en la fábrica de conservas y la empresa trajo engañadas a unas mujeres del Protectorado que cobraban menos de la mitad que las de Ceuta. Isabel habló con ellas para que se unieran, lo consiguió, y terminó la huelga con las reivindicaciones conseguidas.
Al tener conocimiento del golpe en la tarde del 17 de julio y poco antes de que una patrulla se personara en su casa pudo huir hacia la costa malagueña en un pequeño falucho, junto a 12 compañeros más. Permaneció en Málaga durante varios meses, y a mediados de 1937 llegó a Valencia, trabajando durante toda la guerra de enfermera.
La historiadora valenciana Pilar Molina, estuvo cerca de ella en sus últimos años y nos relata los hechos. Participó en el Congreso de constitución de la Federación Nacional de Mujeres Libres, llegando a ser secretaria de la agrupación local. Isabel, como recuerda la historiadora, siempre decía: “La mujer siempre ha tenido que luchar mucho, no solo teníamos que sembrar las ideas sino luchar contra algunos de los que estaban con nosotros sembrando, la mujer y el hombre tienen que ir caminando juntos, buscando la libertad, codo con codo o cogido de la mano”.
Tras la caída de Valencia huye hacia el puerto de Alicante, pero al no llegar el barco que esperaban junto a cientos de republicanos se marcha a Almería a pie, se cambia el nombre por el de Carmen Delgado y luego a Málaga, donde en el año 1941 crea con otras compañeros el periódico clandestino El Faro de Málaga, tal vez pensando en el diario de Ceuta «El Faro».
Nunca se resignó a quedarse relegada a las tareas del hogar, como imponía el régimen, y siguió en la lucha. Descubierta por la policía es procesada y condenada a dos penas de muerte. Vuelve a Valencia y junto a otras compañeras promueve la creación del colectivo de mujeres Unión de Mujeres Demócratas, organización clandestina para ayudar a las personas presas y a sus familias y con actividades en contra de la dictadura.
Monta un quiosco junto a Maruja Lara, compañera anarquista inseparable, empeñada en las mismas luchas; en la trastienda tenían la prensa anarquista. En el año 1956 es detenida y durante ocho días es torturada en la comisaría de la calle Samaniego de Valencia. Posteriormente colaboró en la formación de colectivos libertarios como “Libre Estudio”, la Federación de pensionistas de la CNT, “Radio Klara” y el Ateneo Libertario “Al Margen” y perteneció a Dones Lliures y a la Fundación Salvador Seguí de Valencia.

ATENEO LIBERTARIO

La historiadora Pilar Molina recuerda las últimas palabras de Isabel, fallecida en febrero de 2002. «Teníamos un Ateneo Libertario en Ceuta, donde se enseñaba a leer y a escribir a los obreros; también música, pintura, esperanto, se hacían asambleas, se hablaba de Revolución, de libertad de ideas. Era una juventud bonita de verdad. Los carpinteros hicieron una vitrina y cada persona llevó los libros que pudo. En mi casa había bastantes libros, que llevamos también. Entonces empezamos a escribir pidiendo más libros a otras ciudades. Si los que recibíamos estaban repetidos los repartíamos ¡Hicimos una biblioteca, chula de verdad! Poníamos bancos de madera porque no teníamos sillas yo era la bibliotecaria. Cuando se proclamó la República la primera bandera que ondeó en el monte Hacho de Ceuta, fue un abrigo mío que era rojo por fuera con el forro negro. Aprendimos que es la anarquía de la mano de Isabel, no sólo por lo que nos contaba del periodo tan difícil que le tocó vivir y que afrontó con valentía, sino por su ejemplo en la vida cotidiana, siempre solidaria. En los últimos momentos nos seguía hablando de libertad, fraternidad…, nos pidió que la recordáramos como Isabel mesa, que la envolviéramos con la bandera rojinegra y todas juntas cantáramos “A las barricadas”. Su idea de lo que es el anarquismo, define toda su vida: “El anarquismo es una senda maravillosa, pero muy escabrosa. Pero hay que seguirla. Y una vez estás en ella no la puedes soltar, te envuelve, te embriaga. El anarquismo es amor, libertad, igualdad, humanidad de todas las condiciones. ¡Ni fronteras, ni color, ni razas, ni banderas! En el anarquismo no hay más que humanidad, sentimientos humanos, aspiramos a todo aquello máximo que se pueda llegar”, cuenta la historiadora Pilar Molina.

Antonia Céspedes Gallego

Fueron muchas las mujeres ceutíes que lucharon por una sociedad mejor en libertad y en democracia, desgraciadamente solo nos han llegado los nombres de unas pocas. Pero al menos, que de estas pocas, no se olviden sus nombres. Pero, si tuviéramos que destacar alguna, sería sin duda Antonia Céspedes Gallego, una mujer de fuertes convicciones, de igualdad, solidaridad, y firmeza por sus ideales. Y lo pagó hace ocho décadas con su vida, su cuerpo apareció con un disparo, en la ladera junto a la cárcel del Sarchal, donde se encontraba detenida.
Un grupo de falangistas la sacaron en la madrugada del 21 de enero de 1937, y la asesinaron, tenía tan sólo 46 años. Cariñosamente era conocida como «la latera». La deuda que tenemos con estas ceutíes es imposible de pagar. Antonia Céspedes es un símbolo de otras muchas mujeres que sufrieron esa brutal represión. Mujer adelantada para su época, siempre en primera línea en las reivindicaciones sindicales y mejoras para la mujer, en perpetua actividad por la igualdad de la mujer ceutí trabajadora. Era una persona humilde, vivía en el patio Centenero, una gran luchadora siempre cerca de la más necesitada.
También tenemos constancia por la prensa de su actividad sindical, ella trabajaba en la fábrica de conservas, junto a la playa de la Ribera. En mayo de 1931, lideró una huelga para conseguir mejoras para las trabajadoras entre otras reivindicaciones pedía jornada laboral, horarios, salarios e higiene. Lanzaron un manifiesto que se reprodujo en la prensa: «No permitáis que embarquen vasijas y menos aún dejar desembarcar pescado para ninguna fábrica de la península, que proceda de Ceuta, porque perjudicáis grandemente la lucha de estas bravas compañeras» y terminaba el manifiesto con: ¡Trabajadores! ¡No olvidéis este llamamiento! proceded con energía a todo intento de perjuicios contra nuestras compañeras. El comité de huelga. Ceuta, 18 de junio de 1.931″.
Tras el golpe militar, fue sacada de su modesta vivienda y trasladada a la prisión de mujeres en el Sarchal, donde se encuentra con otras ceutíes que también fueron detenidas por su militancia republicana y su lucha social. Allí con muchas penurias junto a sus compañeras pasan las horas en el fortín habilitado como cárcel, en espera de acontecimientos.
La represión desencadenada fue tan intensa y extendida que no sólo la sufrieron los que habían defendido la República con su labor política y sindical, sino que también cayó la misma sobre aquellos que eran simplemente más abiertos, los incrédulos por cualquier motivo, los que habían destacado en empresas culturales y actividades públicas o simplemente aquellos denunciados por rencillas personales, odios y deudas, de los que se nutrieron las cárceles ceutíes y zona del Protectorado español en Marruecos. Sin embargo, la represión ha caído en el olvido de la memoria histórica de la contienda civil, lo que ha motivado que aún se mantenga que en Ceuta, Melilla y en el Protectorado no pasó nada.
Tras la proclamación del estado de guerra Ceuta se convierte en una ciudad llena de miedos y recelos. Desde la misma madrugada del 18 de julio las fuerzas sublevadas, con la ayuda de patrullas de falangistas, comienzan las detenciones selectivas y asaltos a las sedes de los sindicatos y partidos políticos. El comandante general y jefe de la Circunscripción Occidental, teniente coronel Gautier, el 18 de julio de 1936, emitió un duro comunicado: «El que desobedezca las prescripciones de los bandos, publicados anteriormente, será pasado por las armas, sin previo juicio sumarísimo».
En septiembre, el juzgado militar le envía un oficio donde le comunica que se le realizará un consejo de guerra. El día 16, de madrugada fue trasladada al acuartelamiento de Sanidad (hoy manzana del Rebellin). Se le encuadró en un magro juicio contra sindicalistas ceutíes, ella es la única mujer, en total fueron 50 y bajo un mismo epígrafe: “adhesión a la rebelión”, se les dividió en cuatro grupos, tres de doce y uno de catorce. Fueron fusilados veintiséis y el resto a largas condenas. En este consejo de guerra estaba el destacado dirigente sindical, empleado de la empresa de alumbrado y fundador en 1934 del partido Sindicalista, Luis Castillejo, quien seria fusilado.
Tras entrar en la sala habilitada para los consejos de guerra, Antonia Céspedes, está frente al estrado, se da lectura al apuntamiento por parte del relator. La lectura se prolonga durante pocos minutos; en ella se da la relación de nombres, seguidos de las acusaciones. Cuando concluye el relator se inicia el interrogatorio, contestando con simples monosílabos a las preguntas que le formula. A continuación se produce un descanso para que el fiscal y el defensor consulten sus notas y preparen las conclusiones finales. Después de media hora se reanuda el juicio con la intervención del fiscal. El consejo de guerra falló pena de muerte, pero a los pocos días se le sustituyó por cadena perpetua y trasladada a la cárcel de mujeres del Sarchal.
En el consejo de guerra, ya se le acusaba de ayudar a otras mujeres: «Se le acusa de incitar a las mujeres, ya que en una de las últimas huelgas fue por las casas sacando a las muchachas que trabajaban en el servicio doméstico, para conseguir mejoras sociales y en las elecciones del 16 de febrero de 1936, fue apoderada en una mesa apoyando al candidato del PSOE Manuel Martínez Pedroso».

CONSEJO DE GUERRA JUNTO A 50 SINDICALISTAS

Fue juzgada junto a cincuenta sindicalistas, con aquel macro juicio las fuerzas militares sublevadas querían crear el pánico y el terror entre la clase obrera ceutí, se les dividió en cuatro grupos, en el de Antonia Céspedes, eran catorce: Francisco Serrano, Baldomero Álvarez, Juan Mateo, Luis Moyano, Antonio Vázquez, Antonio Tomeu, Antonio Frías, Ernesto Attias, Rafael Sánchez, Antonio Soto, Federico Martín, Isidoro Expresati y Francisco Castillejo. Otro de los inculpados fue el zapatero Francisco Garrucho, a quien se le acusó de que en su modesto taller de la calle Peligro se celebraban reuniones. El 3 de noviembre se celebró el consejo de guerra, estando presidido por el coronel de Ingenieros Ricardo Seco de la Garza, fallando largas condenas para nueve de los juzgados y penas de muerte para Martín Cortés, Garrucho Pavón, Soto Vargas, Vázquez Soler y Antonia Céspedes Gallego; ésta fue indultada, pero ejecutada en la madrugada del 21 de enero de 1937. El 17 de noviembre a las 08,30 horas, se llevaron a cabo las ejecuciones de sus compañeros de juicio por un piquete de la Falange de los que constituían el destacamento de la prisión de García Aldave.

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