El desconocido atentado en 1937 a Juan Beigbeder, Alto Comisario en Tetuán.

Juan Beigbeder, destacado militar africanista,​ que realizó una importante carrera en el Protectorado español de Marruecos, y protagonista en la exitosa novela El Tiempo entre Costuras de María, sufrió un atentado, en forma de paquete bomba, en 1937 por parte de la resistencia republicana exiliada en Casablanca.

La localización de estos datos los descubrí en el trascurso de la investigación del libro “La Masonería en Ceuta, Origen, Guerra Civil y Represión (1821-1936)” que publiqué en el 2018.

Numerosos republicanos de Ceuta y ciudades del Protectorado Español en Marruecos, así como otros venidos de la baja andalucía, tras el golpe militar del 17 de julio de 1936, se refugiaron en las cercana Tánger, y Casablanca. Tras los primeros meses de reorganización comenzaron las primeras reuniones con el fin de establecer una resistencia al franquismo. El que fuera presidente del PSOE en Ceuta,  hasta 1936, Rafael Jiménez Cazorla, (posteriormente fue una pieza clave en el exilio mexicano) organizó una de ellas en diciembre de 1937 en los sótanos del Café Tantonville -ubicado en la calle Poincaré, de Casablanca-, propiedad del francés Luis Viala. En este encuentro, surgió la idea de enviar varios paquetes bomba contra las autoridades franquistas en Tetuán; principalmente, al alto comisario Juan Beigbeder.

Asistieron al encuentro los hermanos Manuel y Julián Nogueira Martín, dueño del Café Glacier, Sobrado Cosme Cossío (Paulino) y el maestro armero Segundo Miaja Herrero. Decidieron incluir como objetivos al Jalifa, al comandante interventor regional de Yebala José Faura, al comandante de Regulares José Montaner y al coronel Cebollino, de Larache.

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Según un informe del consulado británico en Rabat, sobre las 15:00 horas del 28 de diciembre de 1937, un musulmán alto, muy moreno, afeitado, de buen aspecto y unos 25 años se presentó en las oficinas del Correo inglés. Vestido con una chilaba que le cubría la cabeza y fumando un cigarrillo, llevaba cuatro paquetes rectangulares; uno de ellos era para Beigbeder.

La señorita Lange, encargada del Correo, aún no había llegado y el cartero Brahim los admitió. Brahim preguntó al cliente qué contenían los paquetes, y este contestó que caramelos por valor de unos 100 francos. Dejó 32 francos para el franqueo e indicó que
volvería al día siguiente por el cambio, pues tenía prisa. No regresó. El cocinero del consulado, Aomar, comentó que sudaba y le temblaban las manos, y que tenía buen aspecto y hasta iba lujosamente vestido.

Los paquetes se repartieron durante la tarde del 29 de diciembre, pero ninguno consiguió su objetivo. El alto comisario realizó un exhaustivo informe: «Por el Correo inglés y con procedencia al aparecer de Rabat, se han recibido en el día de hoy cuatro paquetes postales […] Abierto el paquete por el comandante Faura, resultó contener una fuerte carga de explosivos con un dispositivo eléctrico para hacer estallar al abrirlo, no funcionando sin duda por la defectuosa preparación, pero dando noticias a que se tomasen las preocupaciones necesarias para que los demás paquetes no fueran abiertos».

El primer paquete se entregó al jefe de la oficina del Alto Comisariado Emilio Sanz, que solía estar en el Casino Español todas las tardes. Le comunicaron que un musulmán le buscaba para darle un paquete y le hizo pasar. Según recuerda, cree que era de la Guardia del Jalifa. Le dijo que lo dejara y, después, lo envió a su casa por mediación de Juan Martín, botones del casino. Cuando llegó, sobre las 10 de la noche, su madre le dijo que le habían llevado un paquete. Cogiéndolo, pudo observar que estaba perfectamente empaquetado con un sello de lacre y que la parte superior de la envoltura se mostraba grasienta, por lo que dedujo que podía contener dulces. Al día siguiente por la mañana, continuando el paquete en la casa, marchó a la Delegación de Asuntos Indígenas y, sobre
las once, Beigbeder, alto comisario, le llamó para despachar asuntos cotidianos.

Posteriormente, bajó al gabinete diplomático, donde vio cómo el capitán Fuertes le comunicaba al funcionario Paniego que se marchara urgentemente al consulado de Inglaterra para denunciar el hecho de que el alto comisario había recibido una caja idéntica a la remitida al interventor regional por medio del Correo inglés y que dicho paquete contenía elementos explosivos. Entonces, Emilio Sanz recordó el paquete que tenía en su domicilio y previno a su familia de que irían a retirarlo por ser sospechoso.
El interventor regional de Yebala, comandante José Faura, también informó sobre la llegada de los paquetes:

«En la mañana de hoy, siendo aproximadamente las 10:30 horas, fue entregado en esta Intervención Regional por el cartero del correo inglés, un paquete postal con la siguiente inscripción: José Faura, Comandante Interventor Regional de Tetuán. El citado paquete envuelto en papel de embalar llevaba además de la dirección y a su resguardo la siguiente inscripción: Envía: M. Vázquez Ortiz. Pasaje Glauy. Casablanca. Viniendo franqueado con dos sellos ingleses de seis peniques inutilizados con un matasellos completamente ilegible. El citado paquete de unas dimensiones aproximadamente de 30 cm de largo por 10 de ancho fue pasado al Interventor Regional que suscribe por su secretario, Pedro Porfirio Morales, y cuando procedió a abrirlo vi que consistía en una caja de madera tallada con una
inscripción de hueso y una pequeña cerradura con su llave, la que abierta resulta contenía una serie de pilas eléctricas, un fulminante de unos 7 cm y una considerable carga de trilita…».

Como se menciona en el párrafo anterior, sobre las 10:30 de la mañana del 30 de diciembre de 1937, Porfirio Morales, secretario de José Faura, entregó a este un paquete procedente del Correo inglés mientras ambos se encontraban en el edificio de la Junta de Servicios Municipales. Para abrirlo, Faura pidió una navaja al secretario, que le dio un raspador. Tras abrirlo, quitó la primera envoltura y apareció la caja a que la llave estaba
unida por una cinta de plata. Cortó esta y descorrió la llave teniendo que hacer cierto esfuerzo para levantar la tapa, lo que consiguió dándose cuenta inmediatamente de que el dispositivo contenido en el interior era un artefacto. Al poco, el capitán Fuertes llamó desde la Alta Comisaría avisando que había otro paquete allí. El coronel Joaquín Cebollino Von Lindeman también recibió otro paquete-bomba en su casa de Larache. Los familiares del coronel abrieron la caja para comprobar que contenía explosivos, por lo que la depositaron en el jardín. Debido a la lluvia, explotó sobre las 15 horas.

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